El tercer tomo de El Hombre de Acero sigue recuperando la etapa de John Byrne al frente de Superman, el buque insignia de DC, y cuyo trabajo supuso la modernización del personaje después del evento Crisis en Tierras Infinitas. En este volumen Clark se alía con los Green Lanterns, Hawkman y Hawkwoman, los Metal Men o La Legión de Superhéroes. Byrne sigue reconstruyendo el mundo de Superman y lo sitúa como centro del universo DC.
El libro contiene los números 5 a 8 de Superman, los números 588 a 590 de Action Comics, y el 37 de Legion of Super-Heroes. Byrne escribe y dibuja todos los números a excepción del último, a cargo de Paul Levitz y los ilustradores Greg LaRoque y Mike DeCarlo.
Como ocurriera con el tomo anterior, los números que corresponden a Action Comics siguen funcionando a modo de team ups, con Kal-El luchando mano a mano con distintos personajes y unos guiones que quedan por debajo del potencial que demuestra el autor en la otra cabecera, Superman. En estos, Byrne explora los poderes y el entorno de Superman en una serie de capítulos autoconclusivos (aunque siempre con algún nexo de unión como la aparición de algún personaje al que se ha hecho mención con anterioridad o a través de los recuerdos de Clark que hacen alusión a tramas anteriores) que los más críticos y «modernos» podrían denostar porque se rigen por un mismo patrón. Los mismos que luego se pirran por cada nueva entrega de Iron Man en cines, esas que siempre ofrecen al héroe en un momento de debilidad que le lleva a construir una nueva armadura con la que se enfrenta a un industrial rival, ceba su ego lo más que puede y se reencuentra con su faceta heroica.
No les falta parte de razón: Superman vuela de aquí para allá y se encuentra de forma inesperada con una amenaza, la resuelve a base de puños e ingenio y Lois Lane anda metida de por medio. Pero al igual que con el ejemplo de Iron Man, lo interesante no está tanto en el desarrollo de la (muy entretenida) trama de cada tebeo, sino en la forma en que profundiza en los diversos aspectos del personaje y sus continuos esfuerzos por humanizarle. Y es que el objetivo de John Byrne era contar la historia del hombre de acero partiendo desde cero, convirtiéndolo en un ser que siempre está en desarrollo y descubriéndonos a lo largo de los capítulos como van evolucionando los poderes de Superman y cuáles son sus limitaciones.
Una profundización que queda perfectamente reflejada en la secuencia que comparte con Wonder Woman. En un par de secuencias que abordan la acción y la comedia de sus historias, el autor no solo desnuda el lado más humano y cotidiano del personaje, sino que con gran habilidad va conformando el universo del kryptoniano, dándole continuidad y personalidad. Para ello tampoco limita la acción a Metrópolis, sino que se lleva al héroe a su querida Smallville o a los confines del universo.
Y si en su contenido no encontramos grandes pegas en este tercer volumen de la colección, en la forma si tenemos un par de puntos negros. El primero es la falta de unidad del tomo en contraposición a los dos anteriores. En este se inicia el cruce de Superman con La Legión de Superhéroes (en el cual se hacen bastantes referencias a Crisis en Tierras Infinitas, lo que puede generar bastante confusión entre quienes no tengan dicho contexto, más aún cuando los autores no terminan de encontrar el tono para desarrollar una trama bastante enrevesada), pero su resolución se deja abierta de cara al próximo volumen. Así, queda la sensación de tener entre las manos un volumen que se queda cojo y que nos obliga a hacernos con el siguiente para saciar la curiosidad. Se pierde esa independencia que tenían los anteriores al enmarcar arcos independientes entre sí.
El segundo es la falta de material extra. Ni artículos, ni bocetos, ni fichas de personajes… nada.
Por lo demás, un tomo muy entretenido, que sigue abordando la interpretación de Byrne del hombre de acero a pocas fechas del relanzamiento de la saga cinematográfica que nos dará una nueva perspectiva de estas inolvidables historias.
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